domingo, 28 de marzo de 2010

No es arrogancia... es desesperación

Cierta vez hace ya muchos años, creí en una leyenda, de verdad creí en eso y espere, de verdad anhele que lo mismo me ocurriera a mí… ahora, ya estoy muy grande como para seguir teniendo fe en aquellas cosas, ya estoy muy grande para disfrutar de la mentira, para resignarme con la Biblia, ya soy lo suficientemente adulta como para saber que el ratón de los dientes solo te deja cincuenta pesos y no precisamente debajo de tu cama, soy lo suficientemente adulta para darme cuenta de que el ratoncito no es chileno y eso duele.
Tal vez mañana, siga siendo Belén o una copia de Belén o la copia de la vecina de alguna Belén del mundo, para ser optimista diré que a alguien le importa saber donde fueron hechos los zapatos...diré que a alguien mas le interesa terminar de leer los créditos de su película.

No soy boticario amigo... solo soy gente. No tengo la respuesta, ni la solución para ser mas alto... no se lo que sigue de mi nombre, ni lo que sigue de mis pies... me estoy quedando ciega, amiga no es arrogancia, simplemente no se la respuesta.

viernes, 26 de marzo de 2010

Ya esta ella proxima.

Puedo decir que mi vida ha transcurrido en plena paz, por muchos años.
E seguido el transcurso de mi vida, como todos en mi familia. Nací en la misma casa, en la que nacieron tres generaciones entes de mí. Viví en esta casa ya mencionada… mi infancia, adolescencia y ahora mi adultez.
Hace poco mi madre se fue a mejor vida, nunca conocí a mi padre y por ende nunca tuve hermanos. Pero no se engañen, siempre viví con mucha gente, con mis tíos, primos...etc. Pero por infortunios de la vida y como es natural, todos ya partieron. Algunos de forma natural, otros por raras circunstancias, otros por voluntad propia, en fin el caso es que yo soy el último Pérez de la familia.
Mi casa queda a cinco pasos cortos y a tres pasos largos de la iglesia, justo al lado y es por esta causa que e vivido todos los funerales, misas, bautizos y uno que otro casamiento, que se han hecho en esta ciudad. Pero siempre me han golpeado más los funerales. Ver a esas pobres familias recorrer por última vez los diez metros de un pasillo, con un cajón a cuestas que alberga los restos de algún esposo, padre, abuelo, tía, prima, hermana, hijo… en fin de alguien muy querido por los suyos, tal como yo, tuve que caminar por aquel mismo pasillo, con mi madre, mis tíos y mis primos.
Como ya habrán deducido vivo solo y es por esta desesperante condición, que me e refugiado en la iglesia y aunque nunca e sido muy devoto, busco algún trabajo que hacer; Ya sea encender las velas o barrer las alfombras… cualquier cosa con tal de que la soledad no me comiera. De a poco fui tomando confianza dentro de la iglesia y comencé a integrarme a todas las misas celebradas al día. Cada vez la soledad me pesaba más y que le iba a hacer… la oportunidad de un amor ya se me hacía lejana y termine por aceptarlo.
Me toco ver muchos funerales, unos más dolorosos que otros, pero todos con ese dejo de melancolía, y me contagiaba la pena y me sentía participe del dolor de las familias y vivía un constante periodo de duelo.
Al llegar a casa lloraba como un niño y revivía todo el dolor que sentí cuando enterré a los míos tiempo atrás, fue por esta causa que deje de frecuentar la iglesia, solo me enfocaba en prender las velas en las mañanas y en las tardes, y me aleje rotundamente de estos tipos de eventos, hasta que una tarde, el padre llego a mi casa, con una expresión un tanto desconcertada me pidió que asista a un funeral, esta petición tan poco usual me extraño de tal modo que me atemorizo. Pero la razón no era nada escabroso, como lo eran mis especulaciones…simplemente la difunta, no tenia mucha familia, ni amigos que la acompañasen… es por esto que el padre salio a buscar gente que hicieran presencia en la iglesia.
Cuando entre, Tan grande fue mi asombro, al ver que mis especulaciones no estaban tan erradas, solo había una persona aparte de mí asistiendo al triste funeral, deduje que aquella señora que se encontraba en la primera banca, era la madre de la difunta, entregue mis condolencias y por curiosidad fui al ataúd a ver quien era aquella solitaria infortunada.
Al verla por aquel vidrio quede perplejo por aquella belleza; Que veían mis ojos, sino al ser más divino divisado por el ojo humano, sentí que el corazón se me salía del pecho, los minutos no pasaban. Ella con su pálida y despampanante expresión apacible logro encantar mi mente. Parecía tan serena, calma y hermosa… Nunca odie y quise mas a la vida que en ese momento, por qué era tan compleja, por qué me permitió conocerla en aquellas circunstancias tan absurdas. Que burla de la vida hacerme eso.
Con mi cabeza enamorada y a la vez totalmente confundida, llegue al cementerio con el corazón iluminado y destrozado entre por aquel umbral gótico, que me remarcaba el imposible de mis pensamientos, ver caer cada palada de tierra hacia que una por una las lagrimas fuera cayendo. Ver su ataúd inmerso en la tierra indigna donde su cuerpo seria resguardado, abría un abismo aun mas inmenso que en el que ya estaba metido y llore. Regrese a mi casa intentando olvidar aquella imagen virginal, aterrorizado con la idea tan macabra de haberme enamorado de un cadáver, de algo tan imposible.
Con el paso de los días sentía como mi mente se desquiciaba más a cada segundo, no podía quitarme de la mente a aquella mujer, me estaba volviendo loco el deseo. Era tan absurdo todo lo que me pasaba y no había opción de sacármela de la cabeza y un día cuando la última gota de razón que corría por mi mente se seco, cometí uno de los actos mas retorcidos cometido por el humano.
Esa noche ya invadido por el deseo y las ganas de amar aunque sea una vez a aquella perfecta reliquia de la belleza, fui al cementerio y desenterré los restos de aquella mujer que me estaba volviendo loco, como pude abrí el cajón que albergaba a mi amada… si, estaba ella tan perfecta como la primera y ultima vez que la vi, toque su cabello tan largo y negro, tan sutil, la bese y sentí el helado de sus labios, si tan solo ella en su sueño eterno hubiera podido sentir mis labios sobre los suyos, yo hubiera sido el hombre mas feliz de este mundo. Divise toda su perfección y la blancura de cuerpo, me inventaba una realidad inverosímil. No aguante mas y con pasión bese su cuerpo, la ame aquella noche, hubiera querido parar aquel momento y poder morirme en sus ojos, Todavía recuerdo la lisa textura de su torso, bañado por unos rayos de luna, que bailaban en esa piel suculenta. Como recuerdo corte un mechón de sus lisos cabellos y sin intención de hacerle daño alguno, resguarde nuevamente su celestial cuerpo en su cajón, sintiéndome completamente realizado y con aquella helada sensación en los labios, regrese a mi casa extasiado, escarbado por un sinfín de emociones, como hubiera querido regalarle esta flor de fuego que me consumía, en un tierno momento de extrema quietud la paciencia se proclamo mi consejera, de pena trate de morir, mas la pena no venia en mi socorro. Simplemente quería hundirme en su piel de luna y poder ser feliz ahogado entre sus brazos.
Valió años la espera, pero aquí en mi lecho de muerte, nítidamente recuerdo, este mi único amor y se que ella ya esta próxima a llegar, para que la ame nuevamente, me lleva a la eternidad de nuestros besos, para vivir una juventud eterna, donde yo convierta su frío en mi calor, ya esta ella próxima, mas bella que nunca.

Belén Fernanda Villarroel.

lunes, 15 de marzo de 2010

Confeciones de un enamorado.

A cierta edad nada tiene mucho sentido, nada tiene el valor suficiente como para luchar por alguna causa, el amor basta para mucha cosas y pareciera que un cuerpo es lo único que necesitas para vivir. Es esa época en la cual se quisiera vivir para siempre… un ser eterno y haces promesas locas, que con el paso del tiempo vas olvidando y cada vez te parecen mas lejanas y después recuerdas con gracia aquellas andanzas de nunca acabar.
Yo recuerdo mis andanzas, algunas que no me atrevería siquiera a pronunciarlas, pero se que ahora es el momento para confesar todos los errores que cometí y aunque no estoy obligado a hacerlo, es mi conciencia la que me perturba y me dice que ya es hora de contar al mundo lo que ocurrió aquel día fatídico cuando condene mi vida a un eterno martirio que yo mismo me predispuse a lograr, no se como, ni cuando, ni porque cometí tal acto de salvajismo, no me explico como el amor, creyéndose tan perfecto puede ser confundido tan fácilmente con el odio. Puedo jurar ante este papel que será mi juez y este lápiz mi abogado, que luche contra todos mis impulsos, inhumanamente me desgaste por seguir amando a algo que ya no sentía mío, por amar a un espejismo de la niña que un día ame sin medir cantidad, en la cual volqué todos mis sentimientos, por la cual no me avergoncé de decirle te amo y de entregarme como un niño a sus manos, enloquecido, extasiado, entregado. Para hacer un resumen estaba total y completamente enamorado.
¿Pero quien?...quien me iba a poder decir que esta niña de la que hable tiempo atrás, no correspondía con el mismo fervor a mis suplicas amatorias. Ella no vacilo en romper mi corazón, sin piedad, sin calor…sin amor.
Ella se merecía cada cosa que le paso y a decir verdad no me arrepiento de haber eliminado a su estirpe de esta tierra. Recuerdo que llegue aquella mañana dispuesto a todo por volver a conquistar su amor y es que yo un chiquillo nada mas, todavía creía que el amor hablaría por mi y solucionaría mi dilema y no fue así, ella desprecio cruelmente mi presencia y con arrogancia se libero de este amor tan grande que tenia por ella. Los días siguientes, fueron los mas duros de mi vida, sentía mi alma ciega, mi corazón enfermo y fui decayendo poco a poco, mi único deseo era poder terminar este dolor de una vez, poner fin a este calvario que vivía, deshacerme de este corazón que me traicionada. Sentía que merecía castigo, sentía la necesidad de venganza, era injusto que yo sufriera de aquella manera desenfrenada y fue en esa fracción de segundo cuando la ira carcomió mis sentidos cuando mis impulsos sicopáticos afloraron y el dolor desmembró poco a poco la ligera tela que albergaba mi deseos asesinos y la rabia localizo a un solo objetivo, a Lorena.
Y bien fue así como me desvele noche, tras noche imaginando, planeando una estrategia digna de reyes, para deshacerme de mi querida Lorena, nada era digno de mi princesa, nada era tan cruel como ella, nada era tan frío, nada le hacia honor a su persona y para que se den cuenta de cuanto amaba a esta niña, sepan que me desvele un sin fin de noches solo para encontrar la muerte perfecta. Hasta que una noche ya vencido por el sueño, caí rendido sobre la cama y al despertar, ya con la mente despejada, moje mi rostro y me dispuse a reunir las cosas que necesitaría Lorena, una vez listo salí en busca de mi princesa.
Ya tenía todo perfecto, ella moriría como la realeza.
Logre entrarla a mi casa, sin que nadie sospechara de mis intenciones, bese su mano y la senté en el trono mas bello que alguien podría haber hecho con pieles de animal, no se por que se resistió al trono, siempre pensé que le gustaban los gatos, en fin termino por aceptar una vez que vio la fiereza de mis ojos, fui rápidamente a buscar la corona que hice para ella, quien hubiera pensado que los tenedores serian tan buenas coronas, una vez que se la puse, su rostro de intoxico de sangre y la pobre lloraba de emoción, era una plebeya no tenia sangra azul, como dicen. Pero todavía había una esperanza de encontrar, alguna marca de princesa en su cuerpo, busque y rebusque pero no encontré nana, ni siquiera una chiquitita. Así que procedí a hacerle yo mismo una marca sobre el hombro. Busque unos fósforos que esperaban sobre la mesa, pero su potencia era muy baja para marcar a la princesa entonces prendí la cortina y salí de la casa, dejando solo un pequeño espacio para ver el cuerpo de Lorena incinerado por las llamas. La piel se empezó a encoger con ese mismo ritmo a oscurecer, el cabello en cosa de minuto había desaparecido y la sangre que cubría su rostro, se empezó a confundir con su piel, su corona se comenzó a fundir, el fuego duro cerca de una hora, lo mismo que el cuerpo de Lorena. Cuando me alerte de que una vecina llamo a los bomberos procedí a huir, al volver a mi casa y al encontrarla totalmente devastada, engañe a la policía, los cuales no encontraron prueba que me acusaran, Lorena se fue a la tumba con la supuesta culpa.
Desde ese desafortunado incidente, que la vida a veces te manda, no me e vuelto a enamora. Creo que ya esta cerca mi hora… lo presiento.
Mientras tanto seguiré revisando algunas cartas.

sábado, 13 de marzo de 2010

Para empezar a ser feliz.

Siempre sentí el impulso, mas nunca pensé en concretarlo, me traía tan malos recuerdos su perfume de imitación y… ¡por dios! Ese maldito pañuelo morado, con la cual no tuvo piedad de en romper mil veces mi corazón. Y es que al ser ella mi madre y yo su único hijo, debió amarme por sobre todas las cosas, pero lamentablemente no fue así. Nunca fui especial para ella… ¡jamás! Desde pequeño se encargo de sepultar hasta la más mínima ilusión de felicidad, de arrastrar mi orgullo por el barro, de hacerme sentir basura cada día de mi vida; pero sin embargo la quería, en absoluto secreto guardaba un inmenso cariño por ella, unas ganas locas de decirle mama, de cruzar la calle de su mano. Tal vez abrasarla para el día de las madres y aunque suene un poco egoísta siempre anhele recibir un regalito de ella para navidad. Mas nunca fue así, siempre con su arrogancia, con sus burlas, con su tonto pañuelo morado. Y un día cansado de soportar sus gritos absurdos, sus insolencias sobre mi persona, estando con el alma completamente dolida quise ponerle fin a mi vida de la manera más cruel con la que pudiera morir una basura como lo era yo. Para ese entonces yo tenía tan solo 15 años, una gran mente y por cierto, una rabia indescriptible hacia mi madre, es por esto que maquine el plan perfecto para morir y para que inculparan a mi madre de mí supuesto homicidio.

Primero con la cabeza total y completamente fría, procedí a provocar a la paciencia de mi madre, a quien no le costo mucho reaccionar a mis provocaciones, sin previo aviso esta mujer se abalanzó sobre mi y me propino una golpiza que no olvidare nunca. Con la sangre cubriéndome el rostro y bañando mi ropa de color, proseguí a tirar en sus manos una cuerda con el cual terminaría mi insignificante vida, con las huellas de mama frescas en la cuerda, me predispuse a escribir una carta copiando exactamente la caligrafía de mi madre, en la cual confesaba su supuesto crimen. Tenía ya todo listo, el valor reunido, la cuerda en la viga, el odio preciso, la cara ensangrentada y me disponía a cumplir el destino que yo mismo me propuse, resignado a todo y con una felicidad que recorría todos mis sentidos, porque sabía que mama pagaría mi error, una sonrisa se adueño de mi rostro, pero vacilé en mi ultima acción, la mas fría, la mas austera, la que me aterrorizaba… tirarme de lleno a las manos de la muerte. Pero en fin, no iba a flaquear después de tanto camino recorrido y me lancé sin mas ni mas a lograr mi cometido, sentí como se cortaba poco a poco mi respiración, sentí como la desesperación embargaba cada uno de mis sentidos y… ¡por dios! como quemaba esa cuerda, me pareció que el tiempo pasaba lentamente, treinta segundos se hicieron dos horas, dos horas en las que no reaccione a nada, ni al dolor, ni al miedo, a nada… llámenle suerte y créanme o no, puedo jurar que en el preciso instante en que se me estaba yendo la vida, la cuerda se corto y caí bruscamente al piso. El color volvió lentamente a mi rostro y apenas me vi con las fuerzas necesarias, arranque esa cuerda, la que representaba el infierno que yo mismo quise lograr. Pero mi rabia no se vio por pagada y supe que uno de los dos debía morir, o era ella o yo, no había espacio para los dos en este mundo y la suerte me dio la justa señal que necesite, ella era la que tenía que morir. Ya sea tarde o temprano, tendría lo que se merecía, la muerte.

Al cabo de un rato volvieron todas mis facultades mentales y decidí abandonar todas las sucias ideas que había adoptado mi mente y juro que lo estaba logrando, pero al salir de mi habitación, mi mundo fue movido nuevamente y la rabia salio al rojo vivo, al ver a mi madre, sentada con la mirada perdida, entre unas copas de licor. Las sombras que se formaban por el fuego, eran alucinantes, mi madre se veía tan serena, como nunca antes y provoco una honda ternura en mí, pero al ver ella que la observada desde lejos, me grito con mas rabia de la común, salí corriendo de la habitación, luchando contra mis impulsos asesinos, llore tanto como me permitieron los ojos, ¿por que no me quería?… ¡me despreciaba! Y no aguante mas y supe que era el momento indicado para que mi madre pereciera.

No quise ser violento con ella, al fin y al cabo era mi madre y la deje morir como un pajarito, sin conciencia de lo que pasaba. Procedí paciencioso, atento a mis movimientos, calmado, busque en la botica, medicina para diversos males y algunas yerbas de alto poder intoxicante, molí con dedicación las pastillas, y corte finamente las yerbas, finalmente mezcle todo, pastillas y yerbas, jarabe para darle espesor y unas cuantas lagrimas que salieron de improvisto. Luego procedí con mayor cautela aun, era la parte más importante de la misión, en un desafortunado descuido de ella, me escabullí por las sombras, hasta llegar a su vaso de licor negro y mezcle con gran éxito mi poción, sin embargo me vio tirado en el piso y grito hasta que me fui, después de un rato de tierna quietud, empecé a sentir los primeros movimientos PRE-muerte, vasos cayendo, agua corriendo, gemidos desesperados y por fin después de una hora de intenso ajetreo, supe que estaba muerta, bien muerta. Para asegurarme de esto regrese a la habitación donde estaba mama, estaba ella, tirada boca abajo, velada por unas hileras de luz de fuego. Un sinfín de sentimientos, atosigaron mi cuerpo, tristeza, culpa, felicidad, satisfacción… ¡dios eran tantos! Llore junto a su cuerpo inerte y llame a la policía, dispuesto a entregarme, pero luego pensé nuevamente y el remordimiento fue dormido, con mi ingenio y mi vocación de victima logre engañar al policía, que al principio no me creía ni media palabra y sin mas ni mas me vi libre y sin culpa, ¡libre! Como el viento. No volvió la culpa, ni la tristeza, me senté en el sofá de mi difunta madre y espere que volviera el dia y el aire, para empezar a ser feliz.

Belen Fernanda Villarroel